Oportunidades similares se están creando en otros países europeos, sobre todo en Francia. La huelga general de enero de 2009, seguida por el masivo despliegue de energía de la clase trabajadora en marzo, con hasta tres millones de personas manifestando, transformó la situación política y social en Francia. Setenta y ocho por ciento de los franceses considera la huelga general de marzo como "justificado". Un cartel declaró: "Los franceses han dado licencia al movimiento sindical para articular su oposición a Nicolás Sarkozy." Un líder empresarial ha advertido que Francia se enfrenta a una "lucha de clases" que podría socavar los esfuerzos de reforma de Sarkozy. El jefe de la agencia de sondeos Publicis declaró: "La gente está realmente enojada". Continuó diciendo que el gobierno ha "avivado el descontento". Al mismo tiempo, el Financial Times declaró: "No está nada claro que la tensión social (manifestada en las huelgas y ocupaciones) se unirá en un movimiento político coherente capaz de paralizar el gobierno de Sarkozy." Que ellos puedan tener tal la confianza se debe totalmente a la corrupción de los dirigentes sindicales que están dispuestos a disipar este movimiento.
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